http://www.amayamarcospsicologa.es
Nos pasamos el día pensando en una u otra cosa. Dándole vueltas a la cabeza, sin parar, consciente o inconscientemente.
Algunas personas, incluso, pasan gran parte del día rumiando pensamientos de forma obsesiva, sin ser capaces de pararlo.
Al final, de una forma u otra, estamos constantemente con la mente activa, pensando, ejecutando, poniendo texto a lo que nos ocurre e intentando entender todo lo que nos rodea.
Sin embargo, es fundamental conseguir que la mente «pare», en la medida de lo posible, y conectar más con esa parte corporal y emocional que tan olvidada tenemos.
Una de las mejores formas para conseguir esto es la meditación.
Esta práctica milenaria con origen en la civilización oriental, cada vez tiene más adeptos ya que, aun que no está exenta de dificultad, cuenta con innumerables beneficios.
Si alguien te dice que pares tu mente, que dejes de pensar, lo creerías posible?. Efectivamente y como decimos más arriba, es algo complicado, pero el simple hecho de ponerse a ello e intentarlo, ya es altamente beneficioso.
Al final, la práctica de la meditación no sólo intenta conseguir que nuestra mente se calme, si no también, aprender a conectar con nuestros cuerpo, con las tensiones o molestias que podamos sentir y dónde se están sintiendo, con nuestras emociones, Función de las Emociones, aprendiendo a identificar cuáles son y de dónde vienen y, por supuesto, a aceptar todo lo que está ahí, en nuestro cuerpo y nuestra mente, sin juicio.
Esto se traduce en intentar conseguir que todo lo que percibamos en nuestro cuerpo y todo lo que nos venga a nuestra mente, seamos capaces de entender que forma parte de nosotros mismos y que no se puede rechazar, si no aceptar.
Por otro lado, saber que lo importante de identificar todo esto, no es entenderlo, si no sentirlo y dejar que forme parte de nosotros, sin resistencias.
Es la única forma posible de gestionar todo aquéllo que se percibe y se siente. El integrarlo en uno mismo, desde la aceptación y la compasión.
No sirve de nada preguntarse, por ejemplo, por qué me siento así. Al final, lo único útil es aceptar que me siento así, saber que ahora mismo ese sentimiento forma parte de mi, que estoy en proceso y que debo dejarle estar ahí el tiempo necesario para aprender a gestionarlo.
Esta práctica, como todo proceso, requiere de tiempo y constancia.
Meditar es algo que se aprende muy poco a poco, con mucha paciencia y sin exigencias. Sabiendo y entendiendo que quizá un día tu momento de meditación ha sido muy beneficioso y al siguiente, no has conseguido estar más de 10 segundos sin expulsar pensamientos de tu cabeza.
Además, es fundamental, como ya comentamos más arriba saber que, cuando mi mente se va con pensamientos o ruidos externos, tenemos que ser compasivos con nosotros mismos y no juzgarnos creyendo que lo estamos haciendo mal, ya que esto forma parte del entrenamiento en sí.
Los beneficios de esta práctica son muchísimos:
- Fomenta la concentración y la atención.
- Reduce el estrés y la ansiedad. ¿Ansiedad o Estrés?
- Mejora el estado de ánimo.
- Activa zonas del cerebro que están asociadas con la Empatía, la compasión y el amor.
- Ayuda a descansar la mente.
- Favorece la relajación de las tensiones corporales.
- Favorece la gestión emocional. Emociones
- Mejora y facilita el sueño.
- Mejora la memoria.
- Mejora la salud en general.
Así que, si te animas a comenzar con esta maravillosa práctica, aquí te dejo tres libros que a mi, personalmente, me han parecido sencillos e interesantes:
«Biografía del silencio», de Pablo D´Ors.
«Meditación paso a paso», del Dalai Lama.
«El gran libro de la meditación», de Ramiro Calle.